El beso

boca

SR. Raya, como lo llamaban sus vecinos, habitaba en un extraño mundo llamado "Asumedida". Todo le era fácil. Estaba tan acostumbrado a su comodidad, que nunca se había molestado en cuestionarse por qué. Temía descubrir algo que lo incomodara, o tan solo que lo sacudiera un poco o lo despeinara.

Sr. Raya, había nacido finito y larguito, como su propio nombre lo indicaba. Su madre suspiraba pensando cómo resolver lo que no tenía solución.

- Si come... Y come... Y come... con suerte crecerá larguito pero gordito!

Así el pequeño Rayita pasaba largas jornadas ante su eterna mesa llena de manjares. Pero aún no era suficiente. Mamá Raya insistía. Si no lograba engordarlo; por lo menos, debía intentar encogerlo. El pequeño dormía enroscado sobre sí mismo, para evitar que los pies le salgan para afuera. Parecía un caracol. Pero aun así no era suficiente.

Mamá Raya lo hacía caminar encogido, para evitar la continua muda de ropa que le iba quedando chica. Así, Rayita creció, creyendo que no existían límites para lograr lo que quisiera. Pensaba que lo tenía permitido todo y que, en consecuencia, a los demás no se les podía permitir cosa alguna. Todo le quedaba como anillo al dedo. Todo le era fácil. Solo bastaba que él lo quisiera o deseara. Sr. Raya vivía cómodo y se acostumbró a pensar que eso era la felicidad.

Un día, a punto e convertirse en un verdadero Don Raya, conoció a una pizpireta y hermosa Señorita Punto. Nada volvería a ser igual. La vida de Sr. Raya cambiaría para siempre. Señorita Punto era experta en rayas soberbias y abusivas. Cuando Sr. Raya le pidió que dejara de ser una simple Señorita Punto para convertirse en una deslumbrante Sra. Raya. Señorita Punto enfadó terriblemente.

En breves palabras: Le estaba pidiendo que dejara de ser un punto cortito y gordito para convertirse en una raya finita y larguita. Larga, muy larga. Casi, casi sin límites; como él. Señorita Punto estalló.

- Podrá usted, querer siempre crecer y crecer sin límites. Pero yo no tengo por qué querer lo mismo. Quizá, y solo quizás; porque tengo menos, es que puedo ser mucho más feliz que usted.

Por primera vez en la vida al Sr. Raya le habían puesto los puntos. Si quería tener a Señorita Punto junto a él, debería parar de crecer y crecer. Pensándolo bien, solo si paraba de crecer podría llegar, algún día, a estamparle un hermoso beso en su boquita rebelde. Punto final.