El descaro de Vale

VALERIA se acostumbró a pensar que todo valía caro. Por eso, cuando su novio le propuso irse a vivir al interior, ni lo dudó un segundo. Le vino como anillo al dedo. Con lo que su madre le pasaba, a ella le rendiría el doble. Además de iniciar su vida en pareja y disfrutar del cambio de paisaje. Estaba tan feliz con su progreso, que hasta pensaba en tener hijos.
No quería que le pasara como a su hermana mayor que tenía una hija chiquita a la que tenía que mantener porque el padre había desaparecido. Tal como había dicho su madre que podía pasar. Por eso, es que ella había estado de acuerdo con su madre en dejar de apoyar a su hermana. Para que entendiera que había que hacerse cargo de las malas decisiones que había tomado.
Primero la elección de su pareja, sin estudios y con trabajos de poca envergadura. Y segundo, haber decidido tener el bebé aún sabiendo que era una boca más que alimentar.
En cambio a ella por algo la vida le sonreía. Su novio tenía un excelente pasar. Y su madre, contenta con sus decisiones la apoyaba pasándole dinero todos los meses. Y ahora la plata le podía rendir el doble. A lo que se sumaba que su bienestar económico pasaba a ser el doble de holgado. Iban a alquilar una casita con pileta. Como correspondía. Así sus hijos iban a poder disfrutar del verde y del verano, sin padecer privaciones de ningún tipo. Para eso su pareja trabajaba en el banco desde hace varios años.
Un día cualquiera Valeria quedó embarazada. Menuda felicidad. Ahora reuniría a toda la familia para festejar el milagro de la vida. Para eso eran los festejos para brindar por la salud de la familia con la incorporación del nuevo integrante. Un día cualquiera Valeria llamó a su hermana Carolina para contarle que iba a ser tía e invitarla a brindar junto a toda la familia por la noticia de la pronta llegada de su bebé. Un día cualquiera Carolina, nunca más respondió los llamados.